jueves, 20 de agosto de 2009

Te prometo...

Te prometo un beso y un abrazo.

Te prometo flores y caricias. Sentidos y fragancias.

Te prometo un casamiento en Hawaii en la orilla del mar. Te prometo cobijarte cuando haga frío. Te prometo los más exquicitos platos de comida Hindú que nunca probarás.

Te prometo tardes de juegos con nuestros nietos. Tirarnos bajo las estrellas y admirar la belleza del firmamento de donde vos caiste. Te prometo nunca apagar tu fuego estrella mía. Te prometo la distancia y la cercanía. Te prometo enamorarte, desenamorarte, enamorarte de nuevo y que seas siempre mi companía.

Te prometo... Te prometo no prometerte nada.

Solo vivamos...

sábado, 21 de febrero de 2009

Cactuslandia.

Tomando una cerveza con Jorge, un gran amigo que había conocido en Villa Gesell en unas vacaciones hermosas juntos a hermosos amigos, me contó de su viaje a un mundo divino. Relató detalle a detalle su travesía a ese lugar paradisíaco, lleno de solidaridad, compasión, paciencia, fé. Un lugar donde las personas eran similares por fuera, y totalmente diferentes por dentro. Sus corazones, eran verdes, porque nunca maduraban, siempre estaban dispuestos a cosas nuevas, a aprender y enseñar día a día, porque siempre estaban llenos de esperanza . Una esperanza cristalina como el agua de un oasis en el desierto donde se encontraba Cactuslandia. Un sitio en donde la bondad sobrepasaba las fronteras de la razón, un lugar donde el sentimiento y la piel se unían en uno solo.
Lo miré fijamente, y pude ver reflejado en sus ojos las blancas arenas de las playas de cactuslandia, y pude dificultosamente diferenciar la línea qué allá, lejos en el horizonte, separaba al cielo y el mar. Todo lucía resplandiente y pulcro, todo era tan perfecto.
Me sonrió, y con una mirada cómplice, me estiro su mano como invitándome a sujetarla. Fijo su mirada en la mía y me dijo : ¿ Querés ir?. Yo acepté sin dudarlo.
De pronto sentí que mi corazón latía a mil por hora, mientras el me decía que en cactuslandia todo era tan natural, todo era color de verde. Lentamente empezamos a bajar la velocidad, yo no tenía mucha idea de lo que nos estaba sucediendo. Y de repente nos encontramos frente a una gran entrada con un cartel que decía: bienvenidos a Cactuslandia. Pude observar que el suelo se encontraba recubierto de espinas. Ahora entendía el porqué del nombre del lugar. Levantando la su cabeza hacia el sol, me dijo con una pequeña sonrisa: " Cactuslandia es un paraíso terrenal, al que muchos llegan y pocos entran, un lugar aptos para personas que han tenido los pies sobre la tierra, y que después de tanto tiempo de tenerlos, han logrado acostumbrarlos a las espinas. Un lugar donde no existen las dudas ni las expectativas ni las preocupaciones, ni los horarios de oficina. Un sitio mágico e inigualable, hecho para aquellos que realmente se lo merecen". Eso sonaba lógico, pero como podía mi querido amigo Jorge ingresar ahí. Mientras vacilaba, mi compañero se adelantó responder mi inquietud. " Yo soy un espíritu libre, que ha viajado por todo el mundo y los mundos, que ha tenido los pies sobre la tierra, el sol y la luna. Que ha conocido las profundidades de los mares y el calor de un volcán en erupción"
Ese fue el día en que conocí a mi amigo Jorge.

lunes, 9 de febrero de 2009

Arcoiris.

Te odio cuando sos roja. Me quiero vengar de vos cuando sos verde. No puedo dejar de amarte cuando sos naranja y de desearte cuando te tornas amarilla. Te espero cuando estás azulada y la desesperación me invade cuando te ponés violeta. Sos única y perfecta, tan brillante pero fugaz a la vez. Es cuando los rayos del sol y la fina pero insistente lluvia de verano impactan mi cara, el momento en el cual tu resplandor me enceguece. Y te veo allí, tan lejos, inalcanzable, tan observada por los demás, pero tan solitaria al mismo tiempo. Pero al fin y al cabo no sos más que un reflejo de un amor pasajero como el alguacil que anticipa tu llegada.

viernes, 6 de febrero de 2009

Mentes de sol.

Berta es negra y su corazón gris. Hoy, se levanta de su cama negra, se pone sus pantuflas negras y va hacia el baño. Abre la puerta negra, y se mira al espejo. Con sueño, se observa en el espejo: la misma cara negra de todas las mañanas. Lava sus dientes, y después de hacer sus necesidades se dirige hacia la cocina. Saluda a su madre, a sus hermanos, y reza por su padre que descansa en el cielo. Es la mayor de los hermanos, negros por cierto. Toma su taza negra, y su madre le sirve un desabrido té de boldo y le ofrece con una sonrisa forzada un pedazo de pan, algo duro por cierto.
Ya lista, se dirige hacia a su único sustento: un carro negro tirado por un caballo negro. Despide a su madre con un beso, y procede a arrancar su mañana laboral junto a sus pequeños hermanos. Ella también es pequeña, pero a esta altura sus 12 años la convierten en una mujer, con obligaciones.
Luego de un par de horas, se acercan a un kiosco y preguntan la hora, ya que en este mundo en el cielo, lo único que se puede observar es la oscuridad, suena algo raro pero así es. Los corazones son de matices grises, y los ojos son lunas llenas, los cuerpos son sombras andando, queriendo escapar. Y yo acá me pregunto, ¿ por qué se ve todo negro? Hasta que encuentro una simple respuesta, tengo mis lentes de sol puestos. Es cuestión de sacarmelos... HUY! Me invade la oscuridad! Con razón mami me dijo que nunca me los saque....



¿ Dónde venden mentes de sol?

Llegar al sol.

Llegar al sol es como llegar al corazón de una mujer. Cada palabra, cada abrazo, cada beso se convierte en un escalón. Cada gesto, cada mirada, cada acción, es un peldaño de una gran escalera llamada amor. Habrá escalones que se romperán, oxidarán, caerán, habrá momentos en los que no tendrás recursos para poder construirlos, pero a cada instante sentirás que cada vez son más los rayos de luz que impactarán contra tu rostro. Será, tal vez, cada vez mayor el calor que sentirás, o habrá momentos en los que te sofocarás... Pero... ¿ A quién no le gusta jugar con fuego?